Dibujar en un mundo malo. Pauline Fondevila / Samuel Labadie
Que el mundo sea malo lo consideramos un hecho. Que nos toque dibujar en este mundo es otro hecho, pues es el mundo que habitamos y del cual no podemos escapar. Entonces, ¿qué significa dibujar en un mundo tal? ¿Qué es esto de pasar los días dibujando? ¿No sería mejor hacer otra cosa? ¿Ser activista, por ejemplo? ¿Dibujar en un mundo malo conlleva una responsabilidad especial? ¿Es algo que influye en nuestra línea, en nuestro trazo, en los soportes que elegimos, en los motivos que usamos y las temáticas que abordamos? Ese mundo malo, ¿tiene alguna relevancia en nuestro gesto, consciente o inconscientemente? ¿Y qué dibujar en un mundo malo?
Esta exposición es una conversación, un tanto desordenada, sin principio ni final, con sus momentos de fragilidad e inseguridad, como los propios materiales de la expo: papel, tinta, cartón, arcilla. Producimos estos grandes dibujos como dos jugadores de ajedrez que van dibujando las casillas de su tablero a medida que se desarrolla la partida, usando notas dibujadas de nuestros cuadernos, detalles olvidados o juzgados insignificantes en su momento, pruebas abandonadas, relevamientos varios, de formas y motivos. En este juego hay algo del Squiggle game teorizado por Winnicott para las terapias con niños: uno produce un garabato abstracto y el otro tiene que transformarlo en un dibujo que haga sentido, de algún modo. Fuimos avanzando cada uno con sus peones, sus tácticas, sus trampas, sus obsesiones, sus aperturas favoritas, acompañados por múltiples referentes y fantasmas. Algunos de hecho viven en la biblioteca de cartón donde juntamos tapas de libros y colillas de cigarrillos, palabras y humo, humo y palabras. Porque de algo estamos seguros, es que en este mundo malo conversar con un amigo mientras cae la noche es algo precioso.