«Cuando las palabras se deforman y deshacen a trozos, y te encuentras justo en mitad de un mar de residuos de escritura y de sonido a los que escuchas atentamente, sin llegar a descubrir nada que albergue un sentido concreto, entonces has entrado en ese territorio en el que tanto Cova como yo habitamos.
«Allí recogemos esos fragmentos de habla, que parece que no sirvan para decir nada, y los pegamos entre sí, sin apenas pensarlo. Y así producimos una amalgama de sonidos, construidos entre consonantes y vocales, que tal vez nunca han sido pronunciados ni oídos, y que parecen pertenecer a un remoto lenguaje de rasgos primitivos. Nuestra voz se abre y se expande por caminos no transitados, escapando a los códigos lingüísticos establecidos y produciendo articulaciones y sonidos inesperados. Y entonces, paradójicamente, sin querer decir nada, decimos probablemente mucho más que si, en ese momento, hubiéramos querido decir algo con las palabras que todos empleamos a diario.
«Lo que hacemos Cova y yo es hablar y vocear con ese otro lenguaje fragmentario, compuesto por grumos de letras, mientras caminamos sobre una línea recta o trazamos un círculo. Para ello nos exigimos a nosotros mismos haber desarrollado una atención especial a la propia pulsión interna. El diálogo, que a veces se convierte en discusión o en enfado fonético, transita en otras rodeado de caricias vocálicas. Y si en ocasiones los coágulos de voz saltan por todas partes, repletos de energía, en otras parece que se hayan adormecido entre almohadones y respiren profundamente. Todo es inesperado. Ni siquiera nosotros sabemos lo que puede ocurrir, aunque creemos, por otro lado, que nuestro concierto hablado será capaz de hacerte sentir y de producirte sensaciones nunca experimentadas. Ese es nuestro deseo».
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