En los últimos meses han aparecido noticias sobre el interés de algunas comunidades por derogar las diversas leyes autonómicas de Memoria Democrática. El borrado de memoria en aras de la libertad individual es una operación siniestra. Aún ahora, se calcula que hay 140.000 personas desaparecidas durante la Guerra Civil y el franquismo, muchas de las cuales se encuentran en las 4.265 fosas. En Cataluña hay más de 900 y se estima que sólo se han abierto un 10%. La dictadura marginó la memoria de sus adversarios republicanos y dejó a estos muertos en la paz relativa de un dolor que -se pensaba-: si se callaba, desaparecía. Mientras van muriendo los últimos testigos de la guerra civil española y de la posguerra inmediata, la herida y su dolor, no sólo no ha desaparecido, sino que siguen más vivos que nunca.

Esta exposición incluye dos piezas basadas en la reparación democrática. Por un lado, cabosanroque con “22 hoyos para hacer un réquiem” se centra en el convoy del año 1959 que trasladó 179 cuerpos hallados a la provincia de Girona en el Valle de los Caídos. Es un oratorio laico que visualiza y da cuerpo sonoro al desvanecimiento de estos cuerpos y sus respectivos nombres enterrados en fosas comunes de la demarcación de Girona. Miquel Garcia, con “Exhumación n.2” presenta una lista con más de 5.000 personas enterradas en fosas comunes en Cataluña que desvela a través del procedimiento de la pintura negra termo-sensible.

Ambas obras vienen precedidas de un proceso de investigación que demuestra lo compleja que es la memoria: nombres que no aparecen, ubicaciones que no se encuentran, recuento de cuerpos que bailan, familiares sin haber podido hacer el duelo necesario… Hay que atravesar muchas capas de tiempo, archivos, tierra, miedos y disputas. Todo habla en lenguas y silencios distintos. La memoria pide una política comprometida con la cultura del recuerdo.