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Raw dreams - Alina Melnikova

Raw dreams – Alina Melnikova –

Opening 13 marzo 2025 – 19hs – Desde el 14 de Marzo al 7 Abril 2025 – abrimos con cita previa

¿Qué es un paisaje?
¿Un lugar? ¿Una vista? ¿Una imagen? ¿Un delirio?

El paisaje, dicen, existe solo bajo la mirada del ser humano moderno: el ser de la urbe industrializada, deseoso de escapar de ella, fascinado por un eterno retorno nostálgico hacia una naturaleza originaria. Desde el siglo XVII, las ideas de separación, pérdida, alienación y dispersión han sido inseparables del sentimiento de nostalgia. Una conciencia de fractura irreversible entre el hombre y el mundo, entre el yo y la naturaleza. Un sentimiento que atraviesa la filosofía, la literatura, la poesía romántica y, por supuesto, la pintura de paisaje. En este sentido, la pintura paisajística se ha convertido en una de las encarnaciones estéticas de la nostalgia. Por un lado, la nostalgia remite al pasado y a la memoria, o más bien a un desorden de la memoria: un exceso de deseo por un tiempo perdido, una resistencia a aceptar la irreversibilidad del tiempo, mientras que también se asocia al desarraigo y a la pérdida de lugares de referencia – el mal du pays.

Las últimas pinturas de Alina Melnikova, reunidas bajo el título de Raw Dreams, parecen dialogar con, y a la vez cuestionar, esa melancolía, esa separación conmovedora.

La pintora construye sus imágenes con pinceladas de óleo que imitan la inmediatez del trazo de un rotulador: un trazo continuo, preciso y uniforme, casi imposible de difuminar (como en sus trabajos en papel, donde sí emplea el rotulador o el aerógrafo para crear líneas y cuerpos limpios y directos). En estas obras sobre lienzo, la apariencia de trazo continuo surge de una aplicación minuciosa del óleo: la textura no está en la variación de la intensidad del color o el degradado cromático, sino en la yuxtaposición cuidadosa de tonos, mediante pinceladas que buscan mantenerse separadas y evitar la mezcla. El gesto pictórico de Melnikova juega con esta trampa técnica, desafiando, quizás, con un guiño a la espontaneidad del trazo instintivo y naive, la solemnidad de la pintura de paisaje histórica. Así genera escenas que oscilan entre lo figurativo y lo abstracto, donde la imagen no se ofrece como una representación, sino como una insinuación, como el eco visual de un sueño apenas recordado, tal y como sugiere el título de la serie.

En sus dos grandes lienzos, que marcan la atmósfera predominante de este cuerpo de trabajo, conjuntos confusos y densos de formas vegetales y atmosféricas se extienden cubriendo toda la superficie del lienzo. Paisajes, quizás, de imágenes recordadas, imaginadas, soñadas, deliradas. Un bosque, un cielo, una tormenta. Criaturas que se insinúan tímidamente entre la vegetación: la curva de una cola escamosa que podría ser de serpiente o sirena, unos dedos alargados que emergen discretamente entre las hojas, sombras animales que se desdibujan en el follaje. Domina una paleta de verdes que no parece apuntar a emular la naturaleza encantada y benévola: se trata de verdes sintéticos, intensos, artificiales. No remiten a un paraíso perdido. Sin embargo, este verde artificial, industrial, se ve cargado de una emocionalidad intensa. Sirve para definir atmósferas cargadas de angustia, deseo, esperanza o temor.  Un territorio fabricado que existe en la memoria y en la ensoñación, pero con una materialidad concreta. No se trata de un paisaje-refugio, sino un artificio que esboza un escenario de extrañeza y desasosiego, como el instante tenso antes de una tormenta.

En contraste, los retratos de Melnikova introducen un espacio de calma y contención. Rostros tímidos, velados, que buscan refugiarse de la mirada tras una flor o miran inexorables hacia la nada, proyectándose fuera del cuadro. Pieles claras y pecosas, atravesadas por tonos suaves y pasteles: marrones, verdes, beiges, rosas y rojos diluidos definen las líneas del rostro y sugieren expresiones y emociones. Transmiten una pureza casi infantil. Las pecas en la piel se convierten en un sutil puntillismo pictórico: un patrón sin orden o razón aparente que, en algunos momentos, se expande y cubre el rostro entero. Estos retratos son también paisajes: paisajes de la intimidad, de lo frágil y lo contenido. Frente a la inquietud de la naturaleza, ellos parecen ser su contrapunto: la parte vulnerable y silenciosa de un mundo que los envuelve.

Una última pintura muestra un cuerpo humano en una escena urbana. Un vestido de lentejuelas brilla, iluminando a un cuerpo inmortalizado en una postura sentada: la oscuridad sugiere una escena nocturna, tal vez en un autobús o en una parada de metro. La imagen desvela cómo la práctica pictórica de Melnikova se enraíza en la observación del entorno urbano de Barcelona, un espacio y tiempo donde la vegetación brilla, a menudo, por su ausencia, o se limita a ser evocada por los motivos decorativos de los edificios y las ceras que acompañan las calles.

Melnikova construye una materialidad que no es etérea, sino sintética y, sin embargo, impregnada de poesía; no se trata de imágenes para contemplar nostálgicamente, sino de una textura que se habita, a partir de la vista, pero también con los demás sentidos. No propicia una distinción cartesiana entre humanidad y naturaleza. Su pintura crea un universo donde la naturaleza es, en sí misma, un artificio, una trampa, una metáfora, un deseo delirante. ¿Qué es un paisaje? Quizá sea esto. Una realidad casi alucinada. Algo que emerge de un estado de conciencia alterado. Un entorno donde todo aparenta ser borroso y tangible a la vez, donde todo está suspendido e inmortalizado, y en proceso de cambio al mismo tiempo. Algo está a punto de acontecer, pero este tiempo suspendido puede ser eterno a la vez.

Texto de Mariella Franzoni

Alina Melnikova (Vilnius 1983) vive y trabaja en Barcelona. Ha exhibido sus obras ampliamente en Europa desde que se graduó de la Academia de Artes de Vilnius en 2008. Su medio preferido es la pintura, lo que le permite jugar con la seriedad y las visiones tradicionales que a menudo se atribuyen a la pintura figurativa al óleo. En sus últimas obras, Melnikova explora la relación entre la naturalidad y la artificialidad y sus reflejos socioculturales.
En 2009, ganó el Premio para Jóvenes Pintores en Lituania. En 2013, fue invitada a la residencia internacional de artistas “La Cité Internationale des Arts” en París. Su obra ha sido exhibida en instituciones artísticas de importancia internacional, como el Centro de Arte Contemporáneo de Tallin (Estonia), Vilnius (Lituania) y Cracovia (Polonia). La obra de Alina forma parte de colecciones de arte contemporáneo como la Dietrich Mateschitz (Red Bull Collection), Lewben Art Foundation, MO Museum y SEB Bank. En 2022, su obra fue incluida en el libro Lithuanian Women Artists: Women Artists in the Visual Arts from the Beginning of the 20th Century to the Present Day de A. Narušytė. En noviembre de 2025 va a exponer en el Museo Nacional de Arte de Lituania, en la sede V. Kasiulis.

 

 

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