La habitación gris: Escenario 1. Cabello/Carceller
Prats Nogueras Blanchard se complace en presentar La habitación gris: Escenario 1, exposición de Cabello/Carceller (1963, París, FR / 1964, Madrid, ES) en su espacio de Barcelona.
Algunas palabras sobre La habitación gris: Escenario 1
En teoría del color, el gris es su propio complementario, el gris medio se fagocita a sí mismo, los claros complementan a los oscuros y viceversa. Dependiendo de los matices dominantes, la gama de grises podría ser infinita. Pero cuando pensamos en las posibilidades que los grises nos ofrecen, vamos mucho más allá de un mundo cromático, pensamos en muchas, muchas cosas más… Según Peter Sloterdijk, Paul Cézanne había afirmado que “mientras no se haya pintado un gris no se es pintor”. Y, parafraseando al pintor, él mismo afirma que “mientras no se haya pensado en el gris no se es filósofo”. No nos hicieron mucha falta ellos; pensamos y pintamos en los grises hace ya mucho tiempo, pero en gamas de grises profundamente connotadas, en todos los matices que se ocultan bajo una taxonomía expandida que englobaría múltiples colores indeterminados, los inclasificables, aquellos que son la suma de muchxs en une, las mezclas extrañas, lo inesperado e incluso lo molesto.
“Hablo de mí, naturalmente” (Alejandra Pizarnik).
El gris es también el color de la melancolía. La habitación gris: Escenario 1 se piensa entonces como un estado de ánimo. El estar melancólico es la consecuencia de una sensación ambivalente, de pensar en las posibilidades de un futuro que el presente agota y el pasado añora. Parecería que la utopía hubiera desaparecido (que ya no estuviera a nuestro alcance). La melancolía se expande como un impasse necesario para pensar en los porqués y, sobre todo, reflexionar sobre las maneras que podemos encontrar para abortar la promesa violenta que amenaza a los cuerpos disidentes, a los cuerpos minoritarios, a los cuerpos debilitados… Y también a quienes parecerían no disentir, porque el odio y el desprecio hacia el otro generan adicción y no tienen final. Ante este paisaje, la mente del sujeto melancólico se puebla de pensamientos parasitariamente recurrentes, pero que impulsan lentamente hacia una reacción meditada. La indisciplina de la melancolía, su lasitud, su inutilidad en un entorno de infantilizante progreso hiperactivo, permite estacionarse, aunque sea temporalmente, en espacios intermedios, en observatorios desde los que analizar lo intempestivo del momento actual.
“Comprender algo es comprender su topografía, saber cómo trazar su mapa. Y saber cómo perderse” (Susan Sontag)
El sujeto se halla en una posición ambivalente. Por un lado, rechaza una socialización atravesada por un sistema que lo constriñe, que le impide muchas veces confrontar y reconocer sus propios deseos. Por otro, su emergencia como sujeto se produce necesariamente dentro de los juegos de lenguaje que el propio sistema articula, su pertenencia al sistema es su propia condición de posibilidad. El sujeto emerge sujeto, emerge sujetada, emerge atravesade por los mecanismos de sujeción y reconoce que no hay salida si no es capaz de apostar en el juego.
“Las categorías sociales conllevan simultáneamente subordinación y existencia” (Judith Butler)
Cabello/Carceller
