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Normalmente o viceversa

Dicen que a los objetos no hay que imponerles una historia, sino dejar que nos cuenten la suya. Y es que la memoria de los objetos es más amplia que la memoria humana. Ellos han sido testigos de emociones, situaciones y actos de personas que, tocándolos un día, o muchos, los llenaron de recuerdos. Es por eso que buscamos la intimidad en la que darles espacio y -literalmente- echarles una mano para que nos cuenten su historia, el secreto que guardan, esa aura que da el tiempo y del que hablaba Roland Barthes. Un tiempo breve el nuestro, pero tan cargado como el café.

A cargo de Tercio Incluso.

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