'Fragmentos. Un viaje visual' de Mahala Nuuk
La fotógrafa Mahala Nuuk (Barcelona, 1983) nos invita a un viaje, pero para poder acompañarla es necesario que dejemos espacio libre en la maleta. El suceso acecha, y debemos ir ligeros para poder recoger los fragmentos que vayamos encontrando. Salimos. Somos buscadores de oro en la inmensidad evocadora norteamericana.
Mahala nos llevará en coche por algunos de los caminos yanquis que describió Gloria Steinem. En un momento dado, aparcará con cuidado el Mustang blanco junto a una casa novoinglesa para que vayamos caminando, y nos señalará algunos detalles. Una casa entre dos árboles. Una silla frente a una pared blanca. Quizás nos sugiera tomar un tren, y al salir de cada túnel, apuntará con el dedo las imágenes que saltan a su ojo. Dentro y fuera de ella hay decenas de miradas únicas, su pupila está llena de pupilas. No nos sorprenderá que nos pida que nos cubramos los ojos, nos lleve hasta un lugar y, justo delante de nosotros, diga: «Ahora, en este instante, ábrelos».
Un café se cayó al suelo y con él cayó también la venda, y apareció la realidad con todo su poder, con infinito misterio, una imagen nos invita a descubrir sus secretos de luz y sombra. Gracias a que Mahala no tiene miedo a disparar, tenemos tiempo de observar ese fragmento y otros, buscar sus triples secretos, lo que equivale a agitar cada uno de ellos para ver si brilla; es decir, ver si podemos encontrar la historia dentro de la historia; luego, debajo de ella, la historia dentro de nosotros mismos, y en el fondo del todo, la verdadera razón para estar de viaje, cuando lo cotidiano y lo metafísico están extrañamente unidos.
Inmersos en una «cultura mosaico» como afirma Moles, todos los días alimentamos nuestra conciencia visual, creando un alfabeto personal, una semiótica con sus maldiciones blakeanas y sus discursos barthesianos. Afortunadamente, en este recorrido por Estados Unidos, Mahala no pinta la desesperanza y la soledad, como Hopper lo hacía con un pincel o Cheever con palabras, porque su ontología del viaje es tan precisa que incluso podríamos decir hay una «presencia por ausencia» y que, cuantas más imágenes se nos muestran, más deseamos ver otras nuevas.
Así cómo sea, probablemente lo más importante que Mahala nos recuerda es que incluso en tiempos turbulentos, o quizás especialmente en ellos, hay una razón para seguir mirando, ver una casa sin paredes o un seto enfurecido de flores y, sobre todo, hay razones para continuar con el ‘viaje’: tan solo es cuestión de dejar un poco de espacio al fondo de la maleta.
Rubén Fernández-Costa
