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Dos semanas atrás cuando me propusieron desarrollar esta ruta, vivíamos en una situación radicalmente distinta a lo que hoy parece un ‘reality show’ global, inspirado en aquella ficción surrealista de Buñuel, El ángel exterminador.
Nuestra realidad y sin saber aún por cuánto tiempo, nos mantiene confinados al interior de nuestra vivienda. La más reciente señal sobre los errores del Antropoceno trajo el mensaje en forma de un virus. Un recordatorio de la fragilidad y finitud corporal humana volvió a evidenciar las fallas estructurales del sistema económico irresponsable, que revictimiza principalmente la vida de quienes él mismo desprotege, precariza y vulnera.
Comencé a buscar actividades para trazar la ruta antes que nuestro vocabulario cotidiano fuera contaminado de términos hiper higienistas, de medidas de distanciamiento social o antes de que el absurdo de acumulación del individuo capitalista tuviera como forma de representación un rollo de papel de baño.
La tarde del 8M, en condición emocional muy distinta a la actual, conmovido y emocionado por ver a mis amigas y compañeras en la fuerza de su manifestación, desde la muestra de cuidado, rabia y alegría desbordada que solo los feminismos pueden construir, procuré apuntar el recorrido en dirección de prácticas artísticas comprometidas con la importancia contextual, social e histórica que nos atraviesan.
La ruta que comparto más que proponer actividades artísticas a las que no pude asistir, me sirve como dispositivo de imaginación desde el encierro de apenas una semana, para pensar los desplazamientos físicos por una ciudad con sobreoferta cultural en la que siento ir siempre tarde y corriendo.
Pienso el recorrido de la misma forma que entiendo la producción artística, una estrategia reivindicativa de la importancia de los encuentros y los lazos (y abrazos) afectivos como acciones políticas y de resistencia, complicidades que procuro cotidianamente y hoy solo pueden tomar formas virtuales con un grupo de gente amorosa que me acogió desde hace tres años cuando llegué a Barcelona. Me entretengo pensando de quiénes me haría acompañar en el recorrido y las posibles conversaciones.
Comenzamos por Can Felipa, encontrándome con A, para ver la exposición Nadie sabe que los gérmenes acaban de llegar.
La vida y mi amiga tienen un sentido del humor irónico exquisito, además de tener conocimiento en temas sobre vidas extraterrestres con lo que nos haríamos de unas risas sobre sus noches en el Montserrat esperando avistamientos y la sorpresa de las pocas posibilidades que un proyecto expositivo que se preparaba desde septiembre, coincidiera de tal forma con la situación que padecemos.
La exposición incluye trabajo de Anna Dot, Nicolás Lamas, Lucía C. Pino, Domas van Wijk, Josie Perry y Momu & No Es; comisariada por Adriana A. Leanza y María Lucía Marcote García, toma como punto de partida un artículo del escritor mexicano Octavio Paz, que repasaba teorías sobre el origen de la vida en la Tierra. Una de ellas, desarrollada por Francis Crick, planteaba ese inicio a partir de gérmenes colonizadores, enviados al planeta por una civilización extraterrestre en decadencia que en búsqueda de supervivencia, aguardaban organizadamente por condiciones favorables para su desarrollo.
La muestra apunta a analizar ciertas formas de vida contemporáneas que, seguramente en este tiempo impuesto de desaceleración, no pocos están repensando y cuestionando.
Atravesamos la ciudad hacia el Raval para encontrarnos en el MACBA con M, L y J dentro un espacio muy familiar donde nos conocimos y ahora trabajo.
En el Centro de Estudios y Documentación del MACBA se presenta De disturbios, lutos y fiestas, proyecto de investigación desarrollado por Carolina Campos, Claudia Ventola, Eduardo Carrera, Eugenia Salama, Henrique Lukas, Joana Castella, Jorge Sánchez, Julia Salgueiro, Julia Tealdi, Lizette Nin, Lucila Prestach, Luna Acosta y Margherita Fabbri, integrantes del Programa de Estudios Independientes 2019-20, en coordinación con Lucía Egaña.
Exposición de archivo que revisa prácticas de (sobre)vivencia y resistencias a la violencia de regímenes coloniales, aplicadas sobre ciertos sujetos excluidos en la ciudad de Barcelona.
Fotografías, afiches y entrevistas dan cuenta de una cartografía de prácticas de cuidado, alianzas y afectos compartidos desde las disidencias sexuales, la diversidad corporal y la condición migrante.
Posteriormente todas caminamos al distrito de Les Corts, a La Caldera. Un maravilloso espacio que antiguamente fue un cine, hoy adaptado a la investigación de danza contemporánea y artes vivas; al que me introdujo hace tiempo I, quien generosamente siempre me comparte su sensibilidad hacia este tipo de prácticas. Vibramos con Catalina, trabajo que presenta el colectivo de danza contemporánea libre y anarquista, Iniciativa Sexual Femenina, integrado por Élise Moreau, Elisa Keisanen y Cristina Morales, que describen su práctica desde una perspectiva feminista y anti-academisista.
Ya inducidos a los efectos reivindicativos y liberadores de mover las cuerpas, nos apresuramos hacia el último punto del recorrido.
Volvemos a Poble Nou, para la Prom party en la sala VOL, fiesta que organiza la artista y DJ Isamit Morales, como clausura de curso para su proyecto artístico-pedagógico-musical Sin Sync. Un espacio teórico-práctico que desde el 2018 da bases a principiantes sobre Dj-ing, desde una posición horizontal y feminista de intercambio de aprendizajes.
Terminar la noche sudando y desbordando el cuerpo en la pista de baile, rodeado de A, I, M, L y J no será un acto nihilista, sino la reafirmación de los afectos como espacio de batalla para seguir construyendo y disputando una parte de lo que perdimos estos días, el placer de ser parte y unirse en la masa de un cuerpo colectivo.
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Texto de Ricardo Cárdenas, como residente de FASE, para GRAF. Ricardo es artista visual e investigador.