En el cortometraje Probando el peso y el aroma del mundo, Pep Aymerich explora la interacción vital que se establece en el intento de recuperar el olivar de simbólico. El objetivo es trabajar con la diversidad vegetal, los olivos, los acebuches, el tomaní…; realizar tareas queridamente humildes como limpiar el suelo, seleccionar materiales, reciclar residuos, hacer injertos en los olivos bordos, subir piedras, abrir caminos… Unas acciones son más efectivas desde un punto de vista de revitalización del espacio abandonado del olivar y, otras, queridamente performativas y absurdas que configuran un todo y dan contenido y reflexión al cortometraje.